marzo 26, 2011

MEDITACIÓN PARA ACOMPAÑAR EN ESTA CUARESMA EL REZO DE LOS MISTERIOS DOLOROSOS DEL SANTÍSIMO ROSARIO

Como Cofradía Dominicana que tiene como titular también a nuestra Madre, la Stma. Virgen del Rosario "en sus Misterios Dolorosos", os ofrecemos una hermosa meditación para rezar con devoción los misterios dolorosos del Rosario en esta Cuaresma. Contemplando con la Virgen el Rostro sufriente de su Hijo consideremos el gran amor de Jesús por nosotros "hasta el extremo" y aprendamos a ser testigos de ese amor en nuestra vida viviendo la caridad con los demás.

Jesús sudó lágrimas, como gruesas gotas de sangre



Jesús, consumada la obra de predicación por Galilea, donde expuso su mensaje evangélico del Reino de Dios, subió de nuevo a Jerusalén, dispuesto a rubricar con sangre cuanto había enseñado a apóstoles y discípulos. El Rosario abre esta segunda parte y nos invita a leer la obra de la Pasión en otros cinco momentos reales y simbólicos.
Al enunciar la oración en el huerto, se hacen presentes al alma piadosa el terrible sufrimiento de Cristo en soledad, el discípulo traidor y su beso, la huída de los amigos, la burla de políticos y religiosos; y entonces el Siervo de Yavé profetizado en la Escritura entra en escena.
Al enunciar que Jesús recibe en golpes sin piedad la venganza de los hombres que no quisieron recibirlo, la figura bíblica del Siervo adquiere rostro de cordero sobre el que descargamos nuestras miserias.
Al enunciar que Jesús es coronado de espinas, que es burlado, que se convierte en muñeco de caprichos insolentes, el Hijo de María va perdiendo todo su parecer y hermosura, toda su gracia y palabra, como si el Padre no se cuidara de él.
Al enunciar que Jesús camina hacia el Calvario con la cruz a cuestas, condenado a muerte por nosotros mismos, por todos los hombres, y que necesita de un apoyo humano para alcanzar la cumbre, se comienza a ver que bajo la apariencia del agotamiento divino está el llamamiento a que seamos solidarios con Cristo en el Reino.
Al enunciar que Cristo muere en la cruz, nosotros, mental y cordialmente nos asociamos a mujeres valientes y a discípulos arrepentidos, para escuchar las Palabras del Maestro que nos enseña a vivir y a morir, amando y perdonando.

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